torsdag 21. februar 2013

Enunciados del pensamiento crítico

Enunciados del pensamiento crítico(Traducción de: "Råd for kritisk tenkning"  de Erik Tunstad)

1. ¿Cómo es que afirmas eso? ¿Donde está la coherencia?

El primer mandamiento es nunca aceptar una afirmación sin examinarla críticamente.
¡Siempre pregunta!

2. ¿Que dice el consenso científico?

Suele suceder que la comunidad científica se equivoca, pero donde 1000 científicos estén de acuerdo en una teoría es generalmente el disidente quién debe demostrar que esos 1000 se equivocan. Nuestro punto de partida debe ser tener confianza en que la ciencia es la forma básica y verificable con que podemos averiguar cosas sobre el mundo.

3. Las autoridades no necesariamente son confiables.

Que algunos se titulen a sí mismo como investigador, doctor o profesor no necesariamente significa que sus afirmaciones son correctas. Nadie es por defecto una autoridad, generalmente son autoridades en un campo limitado.

4. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.

No se requiere prueba cuando alguien viene con una afirmación acerca de algo simple, común. Pero al momento en que las afirmaciones comienzan a ser increíbles y ”fantasiosas” y van en contra de lo que sabemos, deberemos exigir pruebas contundentes. Como James Randi dice: "Si usted me dice que tiene un perro en casa - es creible. ¡Es posible que me mintiendo, pero, me da lo mismo! Sin embargo, si usted dice que tiene un unicornio ... "

5. La carga de la prueba recae sobre aquellos que dicen algo sensacional.

Cuando Charles Darwin en 1859 propuso su teoría de la evolución, esto contradecía las concepciones existentes y a las pruebas aceptadas. Ergo, era él quien tenía que demostrar que tenía razón. Es por eso que ”El origen de las especies” no es mas que un argumento largo de la teoría, y Darwin había pasado décadas recopilando pruebas para sus afirmaciones.

6. Recuerde que una anécdota no constituye una prueba científica.

Los humanos solemos confiar en lo que creemos, en lo que hemos visto o experimentado y somos susceptibles a creer en las experiencias que otros nos cuentan. Pero el hecho de que una celebridad afirme haber sido curado con un remedio milagroso no significa que este ”remedio” tenga un efecto maravilloso documentado.

7. Distinguir entre un fenómeno y una explicación!

Que hayas experimentado algo extraño (una luz sin explicación en el cielo, una voz en tu cabeza, la sensación de la presencia de un espíritu, que sientes mejoría después de rezar), no significa necesariamente que haya sucedido realmente un hecho. Recuerde que ”sin explicación” no significa necesariamente ”inexplicable”.

8. Siempre busque la información en varios lugares.

Si usted basa todo su conocimiento de la física cuántica o en la política del pais desde sitios como ”www.ikerjimenez.com”, corre el riesgo de obtener una imagen falsa.

9. La explicación más simple es la más probable.

Si las explicaciones alternativas son: 1) Juan sacó pasteles cuando estuvo en la cocina, y 2) que unos misteriosos extraterrestres han llegado a travezando la pared y se apoderaron de la caja de pasteles - tenemos que ir por la opción 1), porque es la explicación que no necesita de una serie de hiptótesis apoyando la existencia de los extraterrestres y la capacidad de estos de atravesar las paredes.

10. Genios, por mas perseguidos que sean pueden tambien estar equivocados.

Que alguien sea criticado o perseguido no quiere decir por ello que tenga la razón. No fue porque se burlaron de él y lo ignoraron que Semmelweis tenía razón acerca de la relación entre las muertes postnatales y la práctica del lavado de manos en los hospitales.

mandag 11. februar 2013

El gran encubrimiento católico


Original de Cristopher Hitchens.

Pope Benedict XVI. Click image to expand.
EL GRAN ENCUBRIMIENTO CATÓLICO

Toda la carrera del papa tiene el hedor de la maldad.


El 10 de marzo, el jefe de los exorcistas del Vaticano, el rev. Gabriele Amorth (quien ha permanecido en este exigente cargo durante 25 años), fue citado al decir que "el diablo está trabajando dentro del Vaticano", y que "cuando uno habla del 'humo de Satán' en las estancias sagradas, es cierto, incluyendo las recientes historias de violencia y pedofilia". Tal vez esto pueda tomarse como una confirmación de que algo horrible ha estado, de hecho, sucediendo en los recintos sagrados, a pesar de que la mayor parte de las investigaciones muestran que tiene una muy buena explicación terrenal.


Con respecto a las recientes revelaciones acerca de la constante complicidad del Vaticano en los continuos -de hecho interminables- escándalos de abuso de menores, unos días después un portavoz de la Santa Sede hizo una confesión disfrazada de negación. Estaba claro, dijo el rev. Federico Lombardi, que se había hecho un intento de "encontrar elementos que involucraran al Santo Padre en persona en asuntos de abusos". Estúpidamente, continuó diciendo que "esos esfuerzos han fracasado".


Estaba equivocado por partida doble. En primer lugar, nadie ha tenido que hacer un gran esfuerzo para encontrar esa evidencia: ha salido a la superficie, como estaba destinada a hacerlo. En segundo lugar, esta ampliación del horrible escándalo que involucra a los niveles más altos de la Iglesia Católica Romana es un proceso que no hecho sino empezar. Así, se hizo inevitable, en cierto modo, que el Colegio de Cardenales eligiera, como vicario de Cristo en la Tierra, al hombre responsable del encubrimiento original. (Uno de los santificados votantes en aquellas "elecciones" fue el cardinal Bernard Law, de Boston, un hombre que ya entonces había encontrado la jurisdicción de Massachusetts un poco demasiado caldeada para su gusto)
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Aquí hay dos asuntos separados pero relacionados: primero, la responsabilidad individual del papa en uno de los casos de esta pesadilla moral, y segundo, su responsabilidad más general e institucional por el delito en su conjunto y por la vergüenza y la desgracia que lo acompañan. La primera historia es fácil de contar y nadie la niega. En 1979, un muchacho alemán de 11 años, identificado como Wilfried F., fue llevado de viaje de vacaciones a las montañas por un sacerdote. Después, se le dio alcohol, se le encerró en su cuarto, se le desnudó y se le obligó a chupar el pene de su confesor. (¿Por qué nos limitamos a llamar “abuso” a esta clase de cosas?) El clérigo agresor fue trasladado de Essen a Munich para recibir “terapia” por decisión del entonces arzobispo Joseph Ratzinger, y se dieron garantías de que aquél no volvería a tener niños a su cuidado. Pero hizo falta poco tiempo para que el segundo de Razinger, el vicario general Gerhard Gruber, lo devolviese a su obra “pastoral”, donde muy pronto retomó su carrera de abusos sexuales.

Por supuesto, se ha afirmado, y si duda más tarde será parcialmente desconfirmado, que Ratzinger en persona no sabía nada de esta segunda atrocidad. Aquí cito al rev. Thomas Doyle, un antiguo empleado de la embajada del Vaticano en Washington y uno de los primeros críticos de la lentitud con la que la Iglesia Católica respondía a las acusaciones de abuso de menores. “Tonterías”, dice. “El papa Benedicto es un 'micrománager'. Es de la vieja escuela. Cualquier cosa así necesariamente tendría que haber sido puesta en su conocimiento. Digale al vicario general que encuentre una excusa mejor. Obviamente, lo que está tratando de hacer es proteger al papa”. Esto es algo común, muy familiar para los católicos americanos, australianos e irlandeses cuyos hijos han sufrido violaciones y torturas, y su encubrimiento mediante la táctica de trasladar a los violadores y torturadores de parroquia en parroquia ha sido expuesto de forma exhaustiva.

Todo esto está al mismo nivel que la reciente y tardía confesión del hermano del papa, monseñor Georg Ratzinger, de que aunque no sabía nada acerca de ningún abuso sexual en el coro de la escuela que dirigió entre 1964 y 1994, ahora que lo recordaba, pedía disculpas por su costumbre de abofetear a los muchachos.

Mucho más serio es el papel de Joseph Ratzinger, antes de que la Iglesia decidiera convertirlo en el líder supremo, en la obstrucción de la justicia a escala global. Después de su ascenso a cardenal, se le puso en cargo de la denominada “Congregación para la Doctrina de la Fe” (conocida anteriormente como la Inquisición). En 2001, el papa Juan Pablo II puso a este departamento a cargo de la investigación de las violaciones y torturas a menores por parte de sacerdotes católicos. En mayo del mismo año Ratzinger envió una carta confidencial a todos los obispos. En ella les recordaba la extrema gravedad de cierto delito. Pero tal delito era la denuncia de las violaciones y las torturas. Las acusaciones, entonaba Ratzinger, solamente podían ser tratadas dentro de la propia y exclusiva jurisdicción de la Iglesia. Toda filtración de las pruebas a las autoridades o la prensa estaba totalmente prohibida. Se debían investigar los cargos “de la forma más secreta... contenidos por un perpetuo silencio... y todos... deben observar el más estricto secreto, comúnmente considerado como secreto del Santo Oficio... bajo pena de excomunión” (las cursivas son mías). Nadie ha sido aún excomulgado por violar y torturar niños, pero exponer los abusos puede meterte en serios problemas. ¡Y esta es la Iglesia que nos alerta contra el relativismo moral! (Para más información sobre este abominalbe documento, vea dos informes en el London Obvserver del 24 de abril de 2005, por Jamie Doward).

No contento con proteger de la justicia a sus propios sacerdotes, la oficina de Ratzinger incluso escribió su propio plazo de prescripciones privado. La jurisdicción de la Iglesia, afirmaba Ratzinger, “comienza desde el día en que el menor ha cumplido 18 años de edad” y luego dura 10 años más. Daniel Shea, el abogado de las dos vícimas que demandaron a Ratzinger y a una iglesia de Texas, describe, correctamente, la última estipulación como una obstrucción a la justicia. “No puedes investigar un caso si no llegas a saber de su existencia. Si puedes arreglártelas para mantenerlo en secreto durante 18 años más 10, el sacerdote quedará impune”. El siguiente elemento de este espeluznante sumario será el regreso de las acusaciones de siempre contra el rev. marcial Maciel, fundador de la ultra-reaccionaria Legión de Cristo, en la cual el abuso sexual casi parece haber formado parte de la liturgia. Antiguos ex miembros de esta hermética orden, se encontraron con que sus quejas fueron ignoradas y anuladas por Ratzinger durante los años 90, aunque sólo fuera porque el entonces papa Juan Pablo II lo había alabado como un “eficaz guía de la juventud”. Y ahora contemplad el fruto de su larga campaña de ofuscación. La Iglesia Católica está encabezada por un mediocre burócrata bávaro que una vez tuvo la tarea de ocultar la peor de las iniquidades, cuya ineptitud en aquel trabajo ahora nos lo presenta como un hombre personal y profesionalmente responsable de permitir una asquerosa oleada de delitos. El mismo Ratzinger puede ser banal, pero toda su carrera tiene el hedor del mal – un mal pegajoso y sistemático que está más allá del poder del exorcismo el disiparlo. Lo que se necesita no son encantamientos medievales, sino la aplicación de la justicia – y con premura.

Tradución de: Marco Antonio Cupido