Esto sale de un debate en internet,. Al final está la respuesta mía y el principio hay mas argumentos que me fueron llegando mientras pensaba en el tema:
Algo que solemos escuchar
de «anti-ateistas», con tono casi de burla: «¿no sienten que les
falta algo?»
Como antiguo creyente tuve mis temores en alguno de mis primeros momentos como ateo. Y hago bien en llamarles «temores», ya que perduraba en mí el temor a ser una persona que en adelante perdería el estatus de protegido y pasaría ser uno de aquellos que tendría que afrontar sus cuentas con el dios que castiga a los que se alejan de él. Los mismos razonamientos que me habían llevado a justificar que ese dios no existiera, y profundizándolos más posteriormente, lograron que esos temores se esfumaran totalmente.
Como antiguo creyente tuve mis temores en alguno de mis primeros momentos como ateo. Y hago bien en llamarles «temores», ya que perduraba en mí el temor a ser una persona que en adelante perdería el estatus de protegido y pasaría ser uno de aquellos que tendría que afrontar sus cuentas con el dios que castiga a los que se alejan de él. Los mismos razonamientos que me habían llevado a justificar que ese dios no existiera, y profundizándolos más posteriormente, lograron que esos temores se esfumaran totalmente.
- Ahí está entonces descrito algo que “me falta”: el temor al castigo de Dios.
- Además me falta el miedo a usar la lógica. En mis tiempo de creyente dudé muchas veces sobre actitudes que debíamos tomar que no eran lógicamente correctas pero me abstenía a seguir razonando por que “no era lo correcto” según mis creencias.
- - Me falta la necesidad de subyugarme a autoridades religiosas transgrediendo de esa manera mis derechos democráticos y humanos.
- - Me falta la inmadurez de sentir que necesito ser llevado de la mano en mi vida de maduro. Me sentía seguro estando bajo las alas de mis padres hasta que conseguí mantenerme a mi mismo y el orgullo de lograrlo fue superior al de vivir protegido.
- - Nos falta la incapacidad de creer que no podemos manejar nuestras vidas.
- - Nos faltan los tabúes innecesarios para la vida sexual más completa. Podemos amar a quien queramos. Podemos prevenirnos de las enfermedades venéreas y del embarazo no deseado de la mejor manera posible (que concuerda con lo permitido por las leyes seculares/democráticas) sin tener mala conciencia por eso. Podemos respetar a aquella persona con la que tenemos sexo ignorando el fundamento religioso de que autoriza una desigualdad... y nos falta la malicia de ver el onanismo y la excitación sexual como algo erróneo y pecaminoso.
- - Nos falta la tozudez de pretender que la creencia que se tiene es la única correcta a pesar de que estos creyentes deben saber que tienen la religión que tienen por que “nacieron donde nacieron”.
- - Nos falta la ceguera que los creyentes tienen al momento de imponerles arbitrariamente a sus niños una doctrina religiosa impidiéndoles de esa manera la posibilidad de elegir libremente en el futuro.
- - Nos faltan los filtros que se requieren para creer que “la verdad” está descrita en un libro lleno de contradicciones y por consiguiente quienes la propagan en realidad propagan una mentira y que por lo tanto se merecen el concepto de mentirosos (sí, el Papa, los obispos, los sacerdotes... ¡mentirosos!)
Profundizando
el tema descubro que en realidad, tenemos un inventario inmensamente
más completo que el de los creyentes.
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